La luz curiosa quiere poner sus ojos en el interior de la nave central, cargada de penumbra, pero unos grandes anteojos multicolores se interponen, y nos regalan a los admirados parroquianos, en forma de guiños tornasolados, una tonalidad diversa.
Los rayos se pegan a la piedra y se van incrustando en todas y cada una de las canaladuras y aristas de la pilastra para conformar una piel irisada.
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